Recuerdo muy bien el primer día que fui a dar clases, recientemente había cumplido los dieciocho años y ese día tenía una cita con una chica que me gustaba mucho. Salimos de la casa del Profe John en el Ricaurte y nos fuimos en bicicleta, junto a Daniel otro tallerista y buen amigo, hasta la plaza de las cruces.
Al principio pensé que los niños serían más difíciles, como yo o mis compañeros cuando recibíamos clases, pero para mi sorpresa fui muy bien recibido, me reflejé en ellos y ellos en mí. Fue algo mágico, estaba transmitiendo todo lo que había aprendido.
En las clases les mostraba como hacer dibujos y como crear personajes con plastilina para después filmarlos con la técnica de Stopmotion. Para entrar en confianza les conté un poco de mi historia y el proceso de formación por el que había pasado; se identificaron conmigo inmediatamente, trabajamos, creamos y reímos, fue una gran época.